"Lo que hace más importante a tu rosa es el tiempo que empleaste en ella" El principito.

viernes

LA GENERACIÓN DE LA LIBERTAD


Llevo varias semanas de "sequía"... Las ideas vienen a mi mente cual tormenta atropellada. No consigo ordenarlas. Tengo tan claro lo que quiero y tan poco claro cómo conseguirlo.... Llevo unas semanas de sentimientos encontrados, de sensaciones revueltas... No consigo concentrarme. Estoy en uno de esos momentos de "crisis existencial" tan "temidos" por David pero tan reveladores para mi. 

Por ello hoy quiero retomar un texto con el que pude abrir varias puertas. El que me dio el empujoncito que me faltaba para hacerle llegar a la gente lo que sentía. Creo que este escrito debe estar también en mi blog. Debe estar aquí porque es lo que siento, es cómo soy. Debe estar aquí porque es desde donde abogo por la libertad de ser, la libertad de elegir nuestro lugar en la vida;  por las exquisitas diferencias, esas que nos hacen especiales; por todas las MUJERES que han decidido dónde estar, sea donde sea...
Algunos ya lo habrán leído; a los que no, deseo que les guste, y quizá, alguna se sienta identificada con mis sentimientos...

LA GENERACIÓN DE LA LIBERTAD


Somos la generación de la libertad, de las oportunidades. Los hijos de la
democracia, hijos del Estado de bienestar. Somos las que según nuestros
mayores “lo hemos tenido todo”. No podemos quejarnos porque no nos ha
faltado de nada, porque hemos podido estudiar y formarnos. Tenemos carreras
universitarias, masters, trabajos cualificados, somos independientes, viajamos,
tenemos derechos y libertades…

     Gracias a los esfuerzos de las anteriores generaciones la mujer y el
hombre somos iguales ante la ley, y tenemos los mismos derechos y
obligaciones, las mismas oportunidades.

     Y así nos han educado. Nos enseñaron que teníamos que ser fuertes,
mujeres todoterreno, y tener éxito en la vida. Éxito que por supuesto, tiene que
ver con una vida profesional llena de ascensos, logros y altos cargos. Éxito que
se consigue a través de la realización profesional. Éxito que viene dado por
“escapar del yugo de la dedicación a la familia”. Nosotras tendríamos unos
maravillosos trabajos bien remunerados, y nuestros hijos los criarían, en el
mejor de los casos, nuestras madres.

     Y lo aprendimos y lo asumimos. Y nos lo creímos. Y crecimos poniendo
nuestros objetivos en llegar alto, y aparcamos a un lado todo lo que no fuera
trabajo, y dedicamos 12 horas diarias a la vida laboral. Porque nuestra
prioridad era cumplir con esas expectativas que habían puesto sobre nosotras;
porque si no conseguíamos un éxito profesional habríamos fracasado.

     Y algunas lo conseguimos. Llegamos alto. Tenemos un trabajo
cualificado que nos reclama casi 24 horas diarias, un marido estupendo para
quien procuramos tener tiempo a diario, intentamos no desatender a nuestros
amigos, nos esforzamos por mantener la casa más o menos decente. Ya está!
Ya somos super mujeres! Lo hemos conseguido! Y nos sentimos orgullosas
porque hemos alcanzado lo que queríamos. Hemos llegado a donde se
suponía que debíamos llegar.



     Pero la sorpresa es que el sueldo que ganas es una porquería para lo que trabajas porque hay mucha
demanda y poca oferta, para el jefe no son suficientes tus 12 horas diarias de trabajo, tu marido no está conforme con las pocas horas al día que le puedes dedicar, tus amigos protestan porque te ven poco, y algunos familiares se permiten opinar que tu casa no está lo suficientemente limpia y ordenada.

     En conclusión, nada va bien. ¿y por qué? Parece que la vida no funciona
como te habían contado. Parece que la generación de la libertad se ha
convertido en la generación de las ataduras. Una generación sobrecualificada,
y cuyos derechos no pueden ejercer.



Y entonces tomamos una decisión: “VOY A SER MADRE”. Decidimos que ha llegado el momento.
Hemos alcanzado nuestras metas profesionales, y nos prometemos a nosotras mismas que en cuanto
tengamos el niño seremos capaces de multiplicarnos, y haremos de 24 horas 48, y así podremos seguir
dando el 200% en nuestro trabajo y dedicarnos y disfrutar de nuestro hijo.



Pero, eso sí, dar el pecho es muy sacrificado, así que les daremos
biberón, y si llora, lo dejaremos en la cuna para que se vaya acostumbrando
que sino se malcría, y no lo meteremos en nuestra cama porque rompería la
intimidad con nuestras parejas, y lo dejaremos con los abuelos los fines de
semana para poder irnos de fiesta. Somos la generación de la libertad,
¿recuerdas?.

Y llega el ansiado bebé.



Y solo entonces nos paramos a sentir… no a pensar, a decidir, a
planificar, a organizar. A sentir. Es entonces, solo entonces,cuando
conseguimos “mirar hacia adentro”. Y lo que sentimos es una revolución
interior. De repente no nos reconocemos. Parece que nada tiene sentido.
“Bueno, serán las hormonas haciendo de las suyas”. Pero pasan los días
y cada vez te sientes más desubicada.

El niño que llora y no sabes calmarlo, los puntos que duelen, el pecho
que se agrieta, las voces a tu alrededor que no dejan de hablar, el mundo que
no deja de girar…. BASTA!!!! “Tengo que sentarme a escucharme, tengo que
escuchar a mi corazón y a mi instinto.” Pero el niño llora, y todo el mundo
opina: no lo cojas en brazos que se malacostumbra, (“¿Y no será que me
malaconsejas?”) no le des el pecho que se está quedando con hambre, tu
leche le sienta mal, quédate en la cama que yo me encargo del niño, uy, eso
del fular es muy hippy, ¿no será malo para el niño?”



NO. De repente surge el animal que hay en ti. Te vuelves 100% corazón y 0% razón. Te
vas con tu hijo a tu dormitorio, conectas con él, le hablas, te mira… y todo comienza a
encajar… el mundo empieza a tener sentido.

Le das teta, lo metes contigo en la cama, lo llevas en fular a todas
partes. Comprendes que él y tú estáis conectados. Que él y tú os entendéis.
Que él forma parte de ti y tú de él. Que tu sitio está a su lado. Y su sitio está en
tus brazos. Y llega la calma… Ahora lo entiendes todo. Es la naturaleza que
está fluyendo. Empiezas a descubrirte a ti misma. Y así pasan los días, con
sus mejores y peores momentos, con sus alegrías y sus problemas, pero con tu
alma en paz… has encontrado tu yo. Tu hijo ha cambiado tu mente y tu
corazón.



Pero de repente, y casi sin darte cuenta, tienes que volver a esas
jornadas frenéticas de interminables horas de trabajo. Ahora, sin darte cuenta
tienes que empezar a perderte cada día de tu bebé, tienes que empezar a
perderte cada nuevo avance de tu niño… te perderás su primer paso, su
primera palabra…no podrás sentarte a hacer los deberes con él cada día, te
perderás sus actuaciones en el colegio… Entonces, y casi demasiado tarde, te
das cuenta de que triunfar no es lo que te habían dicho.

El éxito, el logro, pasa por la libertad. La libertad de elegir y decidir. Y
ahora no puedes elegir. No eres libre. Sientes la espada de Damocles. El éxito
que lograste vino acompañado de casas, coches, viajes… y para eso es
necesario ese trabajo que te ahoga. Y no puedes parar esa rueda que gira sin
cesar. Tu alma ha cambiado, has renacido con la maternidad, pero tu vida
sigue igual. Tu jefe te sigue reclamando 12 horas diarias, tu pareja te necesita
a su lado, tus amigos cuentan contigo, algunos siguen juzgando tu casa. Y
además hay un ángel en tu casa al que te sientes irremediablemente unida que
te reclama en la distancia. Y el día sigue teniendo 24 horas. Y piensas en lo
equivocada que estabas cuando pensabas en el éxito que tendrías en la vida.

Y es casi demasiado tarde. Tenemos que aferrarnos a ese “casi” y coger
las riendas de nuestras vidas. No volveremos a caer en lo mismo. Ahora
sabemos lo que queremos. La fuerza de la inercia es tremenda, y es muy difícil
parar una rueda y hacer que gire en sentido contrario. Pero estoy convencida
de que podemos hacerlo. Porque la generación de la libertad es una
generación fuerte, que, a pesar de lo que muchos piensan, hemos aprendido a
luchar, nos han educado para tirar adelante contra viento y marea. Y es el
momento de demostrarlo.



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