"Lo que hace más importante a tu rosa es el tiempo que empleaste en ella" El principito.

jueves

Hoy


Creo en la libertad de expresión; creo en el derecho de cada uno a defender sus ideas; creo en el poder del pueblo; creo en la lucha pacífica; creo en la fuerza de las voces unidas; creo en la política desde el pueblo y para el pueblo; creo en la fuerza de la renovación; creo en la savia nueva; creo en las mentes limpias y con ideas; creo en la escucha y el respeto; creo en la diversidad; creo en el debate como medio, no como fin; creo en la palabra;

Mi sitio hoy estaba en la calle. Porque no me gustan las medidas adoptadas en los últimos meses; porque es más de lo mismo; porque no confío en los retrocesos sociales; porque bastaron unos días para mentir; porque no estoy de acuerdo con las reformas aprobadas; porque no confío en los políticos; mi sitio estaba en la calle porque me gusta ejercer mis derechos; porque mis padres se merecen que les demuestre que no lucharon en vano; porque es mi deber defender aquello en lo que creo; porque me gustaría poder caminar hacia delante;  porque, seguramente no se conseguirá nada, pero habré alzado mi voz y expresado mi opinión. Porque la palabra es lo que nos queda.

Mi sitio estaba en las manifestaciones; no en las convocadas por 3 dirigentes que se llenan la boca hablando de derechos mientras gozan de infinitos privilegios; en las del pueblo; mi sitio estaba con mi familia y mis compañeros expresando aquello que no me gusta, pero no al lado de los que coaccionan a los demás para que piensen igual que ellos. Mi sitio estaba allí, defendiendo y apoyando a todos los que nos consideramos perjudicados por esta reforma laboral ; mi sitio estaba denunciando que siempre pagamos los mismos; mi sitio estaba al lado de todas las madres que vemos reducidos nuestros derechos; pero mi sitio también está al lado de los que no piensan como yo pero respetan mi postura y me animan a defender aquello en lo que creo; mi lugar no está con los que provocan altercados; ni con los que se aprovechan de la situación, ni con los que defienden su libertad a base de pisotear la de otros;  esos no me representan. 

Porque todos tenemos derecho a pensar diferente; porque todos tenemos derecho a defender nuestras ideas. Nadie debería empujarnos a inclinar la balanza. Nadie debería coaccionarnos con fuerza ni violencia, pero tampoco con miedos ni coacciones. 

No es cuestión de color; es cuestión de personas, de hechos, de palabras.

Y me siento mal porque sabiendo donde estaba mi sitio, yo no estaba allí. Creo firmemente en seguir los dictados del corazón y en ser consecuente con aquello en lo que cada uno cree. Pero hay veces, que simplemente, no se puede..... Triste.....

martes

CUESTIÓN DE ACTITUD



Hay gente optimista y gente pesimista por naturaleza; algunos son quejicas, otros conformistas; los hay que a todo ofrecen su mejor sonrisa, otros buscan siempre la aprobación de los demás; hay gente que se hunde en un vaso de agua y otros salen a flote en la mayor de las marejadas; algunos son capaces de ver el lado bueno de la vida cuando todo les va mal; otros encuentran el motivo para protestar aun si todo les va bien; Lo cierto es que esos que llamamos "optimistas" son más felices que los demás... Y es solo cuestión de actitud. Pero ¿tanto nos cuesta? Llevamos ya varios años oyendo a diario lo mal que están las cosas, que el barco se hunde, que esta crisis no termina. ¡Y así no hay quien remonte el vuelo! Necesitamos gente positiva, gente con ímpetu, con ganas, con motivación. Necesito en mi mundo a gente que en una puerta cerrada vea una oportunidad; personas que buscan la salida del laberinto y no se obcecan en llorar dentro de él. Yo estoy un poco cansada de la gente negativa,  de los que consiguen el cariño de la gente a base de lágrimas, de la gente que no es capaz de responderte "estoy muy bien" con una gran sonrisa cuando sabes que la vida le sonríe; de hecho, me ofende que alguien que no tiene ningún problema real se queje. Lo siento, pero para mi no tiene derecho.... Quiero rodearme de personas que disfrutan de lo que tienen, que son capaces de ver lo bueno y no solo lo malo;

Quiero a mi lado gente que valora los esfuerzos de los demás; quiero que estén en mi vida aquéllos que son capaces de gritar a los 4 vientos que están orgullosos de mí.

Soy fiel defensora de la justicia; y creo que cada uno debe recoger aquello que siembra... No me trates igual que tratas a aquél que me hace daño, que no piensa en los demás, que no se esfuerza en mejorar. No desmotives a quien está haciendo las cosas bien. Centra tu empeño en hacer feliz a aquel que lo merece. Demuéstrame que estás a mi lado.

Yo siempre he sido una persona bastante positiva; he disfrutado de los  regalos que me ha dado la vida, y de los pequeños momentos de felicidad de cada día. Y eso, que siempre he tenido la sensación de que soy de esas personas a las que la vida le pone "escalones de más"... No estamos en nuestro mejor momento, es cierto, pero eso no me impide disfrutar de ese rayito de sol cada día. Lloro cada día por no poder estar más tiempo con mi hijo, pero nadie va a conseguir que yo no sea la persona más feliz del mundo cada minuto que estoy a su lado. Sufro porque económicamente estamos pasándolo muy mal; pero buscamos la manera de "disfrutar gratis". Tengo en mi mente proyectos que no sé si algún día podré llevarlos a cabo, pero los momentos que paso soñando con ellos me siento realmente especial.
Pero reconozco que hay algo que actúa como mi criptonita y hace tambalear todo mi castillo interior.  Es la decepción. El sentimiento de que tú has dado mucho más de lo que has recibido. Esa sensación de que alguien no está actuando como tú esperabas, o de que no están siendo claros o justos contigo hace aparecer las sombras sobre mi y me vuelvo negativa, débil y vulnerable..

Llevo unos dos años disfrutando de un importante proceso de conocimiento de mi misma. He aprendido a escucharme, a saber realmente lo que busco y lo que quiero; estoy encontrando mi camino, mi paz conmigo misma. Y eso me lleva a ver la vida con más serenidad y a tener más seguridad y confianza en mis pequeñas y grandes decisiones de cada día. Y yo decido ser valiente. Decido apostar por la buena gente, por la gente con un gran corazón; decido luchar por aquellos que ven el mundo como yo; por aquellos que valoran una buena actitud y son capaces de plantarle cara a los que lo hacen mal, que son capaces de plantarle cara a la vida. No quiero rodearme de gente que se queda a medias, gente que nada entre dos aguas, gente, en definitiva, cobarde...

Debemos aprender a caminar siempre hacia delante. La disciplina positiva con los niños es también aplicable a los adultos. No tengamos siempre el "no" o el "mal" en la boca. Démosle la vuelta. Digamos "sí" y "bien" y notaremos el cambio. Estoy convencida de que si nos levantamos y durante el día repetimos 20 veces "estoy triste" al final del día nos invadirá una profunda tristeza....  Seamos fuente de alegría para los de nuestro alrededor. O, cuando menos, no contribuyamos a su tristeza o malestar. Busquemos también rodearnos de gente que nos ayude a ello...

Tomemos partido en la vida. ¿quieres ser valiente conmigo?

viernes

LA GENERACIÓN DE LA LIBERTAD


Llevo varias semanas de "sequía"... Las ideas vienen a mi mente cual tormenta atropellada. No consigo ordenarlas. Tengo tan claro lo que quiero y tan poco claro cómo conseguirlo.... Llevo unas semanas de sentimientos encontrados, de sensaciones revueltas... No consigo concentrarme. Estoy en uno de esos momentos de "crisis existencial" tan "temidos" por David pero tan reveladores para mi. 

Por ello hoy quiero retomar un texto con el que pude abrir varias puertas. El que me dio el empujoncito que me faltaba para hacerle llegar a la gente lo que sentía. Creo que este escrito debe estar también en mi blog. Debe estar aquí porque es lo que siento, es cómo soy. Debe estar aquí porque es desde donde abogo por la libertad de ser, la libertad de elegir nuestro lugar en la vida;  por las exquisitas diferencias, esas que nos hacen especiales; por todas las MUJERES que han decidido dónde estar, sea donde sea...
Algunos ya lo habrán leído; a los que no, deseo que les guste, y quizá, alguna se sienta identificada con mis sentimientos...

LA GENERACIÓN DE LA LIBERTAD


Somos la generación de la libertad, de las oportunidades. Los hijos de la
democracia, hijos del Estado de bienestar. Somos las que según nuestros
mayores “lo hemos tenido todo”. No podemos quejarnos porque no nos ha
faltado de nada, porque hemos podido estudiar y formarnos. Tenemos carreras
universitarias, masters, trabajos cualificados, somos independientes, viajamos,
tenemos derechos y libertades…

     Gracias a los esfuerzos de las anteriores generaciones la mujer y el
hombre somos iguales ante la ley, y tenemos los mismos derechos y
obligaciones, las mismas oportunidades.

     Y así nos han educado. Nos enseñaron que teníamos que ser fuertes,
mujeres todoterreno, y tener éxito en la vida. Éxito que por supuesto, tiene que
ver con una vida profesional llena de ascensos, logros y altos cargos. Éxito que
se consigue a través de la realización profesional. Éxito que viene dado por
“escapar del yugo de la dedicación a la familia”. Nosotras tendríamos unos
maravillosos trabajos bien remunerados, y nuestros hijos los criarían, en el
mejor de los casos, nuestras madres.

     Y lo aprendimos y lo asumimos. Y nos lo creímos. Y crecimos poniendo
nuestros objetivos en llegar alto, y aparcamos a un lado todo lo que no fuera
trabajo, y dedicamos 12 horas diarias a la vida laboral. Porque nuestra
prioridad era cumplir con esas expectativas que habían puesto sobre nosotras;
porque si no conseguíamos un éxito profesional habríamos fracasado.

     Y algunas lo conseguimos. Llegamos alto. Tenemos un trabajo
cualificado que nos reclama casi 24 horas diarias, un marido estupendo para
quien procuramos tener tiempo a diario, intentamos no desatender a nuestros
amigos, nos esforzamos por mantener la casa más o menos decente. Ya está!
Ya somos super mujeres! Lo hemos conseguido! Y nos sentimos orgullosas
porque hemos alcanzado lo que queríamos. Hemos llegado a donde se
suponía que debíamos llegar.



     Pero la sorpresa es que el sueldo que ganas es una porquería para lo que trabajas porque hay mucha
demanda y poca oferta, para el jefe no son suficientes tus 12 horas diarias de trabajo, tu marido no está conforme con las pocas horas al día que le puedes dedicar, tus amigos protestan porque te ven poco, y algunos familiares se permiten opinar que tu casa no está lo suficientemente limpia y ordenada.

     En conclusión, nada va bien. ¿y por qué? Parece que la vida no funciona
como te habían contado. Parece que la generación de la libertad se ha
convertido en la generación de las ataduras. Una generación sobrecualificada,
y cuyos derechos no pueden ejercer.



Y entonces tomamos una decisión: “VOY A SER MADRE”. Decidimos que ha llegado el momento.
Hemos alcanzado nuestras metas profesionales, y nos prometemos a nosotras mismas que en cuanto
tengamos el niño seremos capaces de multiplicarnos, y haremos de 24 horas 48, y así podremos seguir
dando el 200% en nuestro trabajo y dedicarnos y disfrutar de nuestro hijo.



Pero, eso sí, dar el pecho es muy sacrificado, así que les daremos
biberón, y si llora, lo dejaremos en la cuna para que se vaya acostumbrando
que sino se malcría, y no lo meteremos en nuestra cama porque rompería la
intimidad con nuestras parejas, y lo dejaremos con los abuelos los fines de
semana para poder irnos de fiesta. Somos la generación de la libertad,
¿recuerdas?.

Y llega el ansiado bebé.



Y solo entonces nos paramos a sentir… no a pensar, a decidir, a
planificar, a organizar. A sentir. Es entonces, solo entonces,cuando
conseguimos “mirar hacia adentro”. Y lo que sentimos es una revolución
interior. De repente no nos reconocemos. Parece que nada tiene sentido.
“Bueno, serán las hormonas haciendo de las suyas”. Pero pasan los días
y cada vez te sientes más desubicada.

El niño que llora y no sabes calmarlo, los puntos que duelen, el pecho
que se agrieta, las voces a tu alrededor que no dejan de hablar, el mundo que
no deja de girar…. BASTA!!!! “Tengo que sentarme a escucharme, tengo que
escuchar a mi corazón y a mi instinto.” Pero el niño llora, y todo el mundo
opina: no lo cojas en brazos que se malacostumbra, (“¿Y no será que me
malaconsejas?”) no le des el pecho que se está quedando con hambre, tu
leche le sienta mal, quédate en la cama que yo me encargo del niño, uy, eso
del fular es muy hippy, ¿no será malo para el niño?”



NO. De repente surge el animal que hay en ti. Te vuelves 100% corazón y 0% razón. Te
vas con tu hijo a tu dormitorio, conectas con él, le hablas, te mira… y todo comienza a
encajar… el mundo empieza a tener sentido.

Le das teta, lo metes contigo en la cama, lo llevas en fular a todas
partes. Comprendes que él y tú estáis conectados. Que él y tú os entendéis.
Que él forma parte de ti y tú de él. Que tu sitio está a su lado. Y su sitio está en
tus brazos. Y llega la calma… Ahora lo entiendes todo. Es la naturaleza que
está fluyendo. Empiezas a descubrirte a ti misma. Y así pasan los días, con
sus mejores y peores momentos, con sus alegrías y sus problemas, pero con tu
alma en paz… has encontrado tu yo. Tu hijo ha cambiado tu mente y tu
corazón.



Pero de repente, y casi sin darte cuenta, tienes que volver a esas
jornadas frenéticas de interminables horas de trabajo. Ahora, sin darte cuenta
tienes que empezar a perderte cada día de tu bebé, tienes que empezar a
perderte cada nuevo avance de tu niño… te perderás su primer paso, su
primera palabra…no podrás sentarte a hacer los deberes con él cada día, te
perderás sus actuaciones en el colegio… Entonces, y casi demasiado tarde, te
das cuenta de que triunfar no es lo que te habían dicho.

El éxito, el logro, pasa por la libertad. La libertad de elegir y decidir. Y
ahora no puedes elegir. No eres libre. Sientes la espada de Damocles. El éxito
que lograste vino acompañado de casas, coches, viajes… y para eso es
necesario ese trabajo que te ahoga. Y no puedes parar esa rueda que gira sin
cesar. Tu alma ha cambiado, has renacido con la maternidad, pero tu vida
sigue igual. Tu jefe te sigue reclamando 12 horas diarias, tu pareja te necesita
a su lado, tus amigos cuentan contigo, algunos siguen juzgando tu casa. Y
además hay un ángel en tu casa al que te sientes irremediablemente unida que
te reclama en la distancia. Y el día sigue teniendo 24 horas. Y piensas en lo
equivocada que estabas cuando pensabas en el éxito que tendrías en la vida.

Y es casi demasiado tarde. Tenemos que aferrarnos a ese “casi” y coger
las riendas de nuestras vidas. No volveremos a caer en lo mismo. Ahora
sabemos lo que queremos. La fuerza de la inercia es tremenda, y es muy difícil
parar una rueda y hacer que gire en sentido contrario. Pero estoy convencida
de que podemos hacerlo. Porque la generación de la libertad es una
generación fuerte, que, a pesar de lo que muchos piensan, hemos aprendido a
luchar, nos han educado para tirar adelante contra viento y marea. Y es el
momento de demostrarlo.